martes, 24 de abril de 2018

Moral Ciega

No solo soy un hombre solitario sino que además como factor agregado por mera entropía soy una mala persona.  Quizá mejorar ese último aspecto sea la gran tarea de mi existencia, si es que estoy realmente destinado a algo.  Quizá pueda encontrar la paz interior al final de mis días.  Y por ello es que sueño tanto con habitaciones negras como cajones y compartimientos, llenos de humo de tabaco en los cuales yo me sienta holgado y cómodo como si hubiera encontrado mi hogar por mis propios méritos.  Solo necesito encontrarme a mí mismo, y aquí en esta ciudad y en este casa, y yendo todos los días en horarios tan estrictos a la misma facultad, no lograré dejar de ser una simple tabula rasa.  
La moral y mis instintos me tensionan permanentemente; no dejo de vivir en un stress constante acerca de lo que debo y no debo hacer, como si una mosca microscópica no pudiera salir de mi oído, zumbando todo el tiempo en el mismo tono repetitivo y desagradable.  Y entonces pasa que de un momento a otro explotas porque te hartaste de la mosca y no te queda otra opción que cortarte la oreja y taponearte el oído, con tal de dejar de escuchar para siempre.  He ahí entonces las razones por las cuales me declaro oficialmente auto exiliado, al menos por un tiempo considerable, de organizaciones políticas o vínculos sociales de cuidado.  Quiero dejar de oír por un tiempo, esperando que sea la única forma posible y valedera de entrar en mi mismo.  Espero también, por otro lado, que la poesía o el recurso del ensayo, sean la una o la otra, herramientas para que el vapor de la tetera que es mi alma se vaya evaporando y mis ideas queden listas para servirse en tazas de porcelana.  En un par de horas moriré como por quinta vez en lo que va del año presente, y en esta ocasión realmente espero que sea el final de un ciclo que se ha diseminado y resquebrajado de forma muy seguida, de manera que si vuelvo a quebrarme por dentro en un par de días, consideraré esta empresa otro vapuleado intento de una lista extensa de fracasos.  
Nos vemos quiera Dios en unos meses.  

domingo, 15 de abril de 2018

Romántico, demasiado romántico. Insufriblemente romántico...

En tardes melancólicas como esta, donde nada parece fuera de lugar y los vientos revolotean ignorados como niños en una vieja casa con más dinero que amor, me pregunto si alguna vez Heidegger leyó los textos más famosos de Adolfo Becquer, y si acaso el primero podría concederme la voluntad de ser romántico con su tesis y explicarle que cada vez que pienso en la filosofía, que cada vez que imagino ideas volando en el espacio como lo hacía quizás Platón o que cada vez que he de pensarme a mí mismo siguiendo una doctrina de ideas que forman una vida, he de pensar entonces en tí.

Si la voluntad última del poeta fuera doblegarse ante lo elemental como si fuera Anaxímenes mirando el aire, yo solo encuentro la paz cuando puedo ubicarte en mis días, y solo así puedo salir de esta burbuja con forma de ciudad a la que llaman Santiago, cuna cosmopolita de los pecados capitales que ocultan la belleza original de un valle entre erguidos cerros.  Suponiendo que esta belleza oculta se presenta ante los ojos del poeta y que yo no podría ser uno si tu no estás a mi lado, he de decirle a mis maestros de décadas y siglos pasados que mi filosofía eres tú.  Espero que me entiendan y den crédito a la imperiosa necesidad que tengo de hacerte mi compañera de camino, el tiempo que tú quieras, el que sea necesario para ambos.