domingo, 3 de junio de 2018

CASA


Creo que esta casa duele, casi como cualquiera con historias enterradas y memorias compartidas.  Pero esta, a diferencia de las demás, lo hace de maneras que no debería.  Se abre paso entre el devenir como una estructura inalterable, como un símbolo que resiste al paso de los años, como una figura de férreo conservadurismo, opresor y con oídos sordos a los deseos y a las nuevas esperanzas.                                                                                                                                                                                    Me despierto en una habitación negra, llena de polvo y de muebles viejos, donde la única luz que se proyecta desde el exterior viene de una ventana que ha permanecido tanto tiempo cerrada, que hasta me da miedo hacer siquiera el mínimo esfuerzo por intentar abrirla.  La esencia, en efecto, de dicho lugar, es que es la única estancia en toda la casa donde te puedes conectar con tus pensamientos más íntimos; ahí, en plena oscuridad, y por ello debe permanecer cerrado.  Si no, sería exactamente igual a cualquier otro espacio de la casa; triste, gris y lleno de polvo.
                                                                                                                                                
El humo del tabaco hace su aparición por entre el aire ya viciado de la habitación negra.  Va saliendo a intervalos cortos desde mi boca, luego de haber contaminado mi paladar por segundos que parecen a ratos eternos.   Entonces, a la par que observo la humareda, siento que me voy derritiendo, y la ley de la gravedad deja de ser un concepto abstracto para convertirse en realidad pura; palpable y comprobable por medio de los sentidos y las sensaciones.  Hay momentos en los cuales hasta puedo ver jirones de carne y retazos de piel desparramados por el suelo del lugar, dejando mis manos huesudas completamente desnudas y muertas, por momentos inutilizables hasta que se vuelven a componer dejándome con la sensación de que he despertado de un sueño.  Me doy cuenta a su vez de que el cigarro acaba de consumirse por completo.

Me pregunto entonces si la casa duele por lo que es o por lo que representa.  Parece obvio a simple vista que es por el símbolo; por las memorias y las vivencias que esconde.  Sin embargo, es también cierto que el inmueble ha mutado físicamente, y a veces creo que es por culpa de su acción en un circulo vicioso, donde fumo porque las memorias de la casa me corroen, y a su vez la casa queda nuevamente prendida de memorias; esta vez de hechos recientes.  Hechos que se simbolizan por el humo del tabaco y por la frase:

"NO PUEDO SALIR DE AQUÍ."