Creo que esta casa duele, casi como
cualquiera con historias enterradas y memorias compartidas. Pero esta, a diferencia de las demás, lo hace
de maneras que no debería. Se abre paso
entre el devenir como una estructura inalterable, como un símbolo que resiste
al paso de los años, como una figura de férreo conservadurismo, opresor y con
oídos sordos a los deseos y a las nuevas esperanzas. Me despierto en una habitación negra, llena de polvo y de muebles viejos,
donde la única luz que se proyecta desde el exterior viene de una ventana que
ha permanecido tanto tiempo cerrada, que hasta me da miedo hacer siquiera el
mínimo esfuerzo por intentar abrirla. La
esencia, en efecto, de dicho lugar, es que es la única estancia en toda la casa
donde te puedes conectar con tus pensamientos más íntimos; ahí, en plena
oscuridad, y por ello debe permanecer cerrado.
Si no, sería exactamente igual a cualquier otro espacio de la casa;
triste, gris y lleno de polvo.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiGRLqFa60GB9_b58uF9S1Hx13aDXI1B9PFxbbthX0qVWPqS8hVJtggLkShAkj0uirgVEan-6yDlRICKTk44Y1FEqb2jOEYGnhcOA19VPbms4qXtbgdKBaSarbdr4IdsDdxWfeNtfI3gW6L/s320/webcam-toy-foto2+%25281%2529.jpg)
Me pregunto entonces si la casa duele por lo que es o por lo que representa. Parece obvio a simple vista que es por el símbolo; por las memorias y las vivencias que esconde. Sin embargo, es también cierto que el inmueble ha mutado físicamente, y a veces creo que es por culpa de su acción en un circulo vicioso, donde fumo porque las memorias de la casa me corroen, y a su vez la casa queda nuevamente prendida de memorias; esta vez de hechos recientes. Hechos que se simbolizan por el humo del tabaco y por la frase:
"NO PUEDO SALIR DE AQUÍ."
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